sábado, 19 de mayo de 2007

Odio los decálogos

No me banco los decálogos.

Busco en el diccionario para darle soporte a mi argumento, y me define al decálogo como un "conjunto de normas o consejos que, aunque no sean diez, son básicos para el desarrollo de cualquier actividad". Me cagó el diccionario. No me refiero a los decálogos "débiles", de los que habla el diccionario. Me refiero a los decálogos "duros": los que son un conjunto de DIEZ, y solamente DIEZ, nomas o consejos que son básicos para el desarrollo de cualquier actividad.

Me refiero a los decálogos que abundan. Los que son tomados como referencia en casi toda institución, ya sea grupo social, organización no gubernamental, partido político, secta, religión o afín. En seguida que se funda algo, a la gente le viene la manía de escribir un decálogo. Es como un tic.

No exagero. Estamos rodeados de decálogos; nos tropezamos con ellos. Por ahí está el Decálogo del Perfecto Cuentista (de Quiroga), el Decálogo de la Nutrición Saludable para Niños y Adolescentes, el Decálogo de Greenpeace de Medidas para un Urbanismo Sostenible, el Decálogo del Buen Amo (de mascotas), el Decálogo para Combatir el Spam... incluso ridículos, como el Decálogo del Buen Waterpolista, que tengo en casa. Y, más vale, no me olvido del maestro de todos los decálogos.

No me los banco porque desconfío de los decálogos. Son un ejemplo claro de cuando la estructura se come al contenido. Me explico: cuando uno se dispone a escribir un decálogo, ya viene con una idea preconcebida de que tiene que escribir diez cosas. Y capaz que tiene en mente dos o tres, cinco o seis. Es difícil que uno ya venga con diez cosas en la cabeza. Más difícil es que la institución que estoy a punto de fundar admita justo diez principios. No nueve, no catorce: diez. ¿Por qué?

Se me ocurre que a todas las instituciones que tienen un decálogo fundacional, o se les caen los principios, o les faltan. Aparte, me imagino la charla de los socios fundadores:

- Bo... ya tenemos los principios.
- Bárbaro, cuántos son.
- Ocho.
- ¿Ocho?
- Sí, no se nos ocurrieron más.
- Daaaa bo, ¿vamo a usar un poco la cabeza y meter dos más?
- Dale.

Los decálogos son un conjunto caprichoso de diez reglas. ¿Por qué diez? ¿Tendrá que ver con la cantidad de dedos de las manos? Capaz que exigirle al hombre del neolítico que cuente hasta once o más era demasiado... pero moyayo... tamo en el 2007.

En fin; seamos optimistas: hay que agradecerle a la Evolución habernos provisto de diez dedos en vez de doce, catorce o veintiséis. Seguro que Moisés nos hubiese atosigado con cinco o seis tablas llenas de mandamientos.

2 comentarios:

Rodri dijo...

Gusá, que poder de descubrir esos flagelos que aquejan a nuestra sociedad.

Que necesidad hay de adaptar nuestros ideales y pensamientos a un número predeterminado? Acaso hay que priorizarlos y simplemente descartar aquellos que no entran en el "Top Ten"?

Me sumo a tu odio y les dejo un par de decálogos uruguayos, por de más interesantes...

El decálogo del soldado uruguayo:
http://www.ejercito.mil.uy/armas/infanteria/bn14/Decalogo/decalogo.htm

El decálogo de salud fetal (¿?)
http://www.histoemb.fmed.edu.uy/defectos/decalogo.html

El decálogo de derechos y deberes
del hincha de básquetbol
http://www.btotal.com.uy/fubb.htm

gusaaaaa dijo...

Buenísimos, negro!!!

¿Viste el de "Comandos Orientales: Nacen en la Isla de Ratas y perdurarán por siempre"?